jueves, 7 de junio de 2007

¿Dónde se localiza la tierra de Oz?


Para Diana, por supuesto; y para mi familia en Guadalajara.
Para los amigos, aquí y allá y dónde estén ahora.


Leyendo unos textos de Salman Rushdie, me encontré con que este autor no sólo se basa en The Wonderful Wizard of Oz para escribir un cuento (en realidad confiesa que han sido varios cuentos los basados en la obra del escritor norteamericano), sino que durante toda su vida ha mantenido un gran interés por Dorothy y su amigos, tanto que escribió un libro, El mago de Oz, en el que analiza la película protagonizada por Judy Garland (y que conoció antes que el libro, cuando iba al cine, allá en Bombay donde pasó su infancia).

De este texto de Rushdie extraigo las siguientes líneas, que son con las que cierra el libro:


"...Glinda [la bruja buena]: ¿Qué has aprendido?

Dorothy: Que si alguna vez vuelvo a buscar el deseo de mi corazón, no lo buscaré más allá del jardín del fondo. Y si no está allí, es porque en realidad nunca lo perdí. ¿Es así?

Glinda: Así es. Y ahora esos zapatos mágicos te llevarán a tu hogar en dos segundos.

... Cierra los ojos... golpea tres veces un talón contra el otro... y piensa... no hay lugar [como el hogar]...

Recuérdalo.

Recuérdalo.


¿Cómo puede ser que este filme tan radical, movilizador e instructivo, que nos enseña de la manera menos didáctica posible a construir a partir de lo que tenemos, a sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos, termine endilgándonos esta mezquina homilía conservadora? ¿A caso vamos a cree que todo cuanto aprendió Dorothy durante el viaje es que no debería haber hecho ese viaje, en primer lugar? ¿Debemos aceptar que ella acepte ahora las limitaciones de la vida hogareña y que afirme que las cosas que no están allí no constituyen ninguna perdida para ella? ¿Es así? Bueno, perdóname, Glinda, pero eso es el infierno.


De nuevo en casa en blanco y negro, con tía Em, tío Henry y los rústicos peones alrededor de la cama, Dorothy da comienzo a su segunda rebelión, luchando no sólo contra el descreimiento condescendiente de quienes la rodean, sino también contra los guionistas y la moralidad sentimental de todo el estudio system de Hollywood. “¡No fue un sueño, era un lugar!”, exclama con voz lastimera. “¡Un lugar real, verdaderamente vivo! ¿Nadie va a creerme?”

Mucha, muchísima gente le creyó. Los lectores de Frank Baum le creyeron [ así lo demuestran las secuelas de The Wonderful Wizard of Oz]...

En consecuencia, Oz se transforma finalmente en el hogar y, tal como nos ocurre a todos, el mundo imaginado pasa a ser el mundo real. Pues una vez que abandonamos los lugares de la infancia y comenzamos a inventar nuestra vida, armados solamente de lo que tenemos y somos, comprendemos que el verdadero secreto de los zapatos de rubí no reside en el famoso “no hay lugar como el hogar”, sino, más bien, en que ya no hay lugar en cuanto hogar, salvo, ciertamente, aquel que construimos o que construyen para nosotros en Oz. Y Oz está en cualquier parte y en todas partes, excepto en el sitio de donde partimos."

Rushdie, Salman. El mago de Oz. Barcelona: Gedisa, 2005