jueves, 31 de enero de 2008

Ropa "de segunda"






Copio el comentario que escribí en el blog de Mayra a propósito de su entrada acerca de la ropa "del montón". El motivo de transcribirlo es que dada su extensión, bien podría ser una entrada de blog. O sea, es parte de este idea del reciclaje de textos que me ha llevado a aprovechar lo que he escrito en publicaciones, tesis, congresos ... jejeje.

La entrada de Mayra decía lo siguiente:

28 enero, 2008

Ropa del montón

Ayer me fui a comer unos tacos de barbacha bien dorados a un mercado que queda a unas cuantas estaciones del metro de mi casa...

Aunque llegué en auto, con mis papás, decidí volver a casa pues tendría un compromiso (que se canceló después, pero esa es otra historia). Así que me regresé caminando.

Al cruzar el puente, de camino a casa, me fue inevitable fijarme en un tianguis que se pone "siempre en domingo"; antes era un tianguis normal, de todo un poco, ya saben...

Ahora, esa calle en particular, unas cinco cuadras, se dedican casi por completo a vender ropa de montón, es decir, mercancía que es comprada por pacas a precios bastante bajos de ropavejeros o en el mejor de los casos de la mucha ropa que se deshecha en el país vecino por cambios de temporada.

Doy fe y cualquiera puede darla por mí, de que a mi no me gusta ir a comprar ropa. Creo que tengo más ropa de la necesaria... pero les juro que sucumbí a la tentación de ver texturas, colores... y mejor aún, a la gente buscando su ropa.

¿Ven a aquelle chica tan bien arreglada, con muchas prendas encima, que parece que salió de alguna Boutique? ¡Pues ella escoge su ropa del montón!

¿Ven a esa señora que tiene muchos vestidos iguales? ¡Los sacó todos del montón! (La verdad le envidio la paciencia para buscar tantos diseños de puntitos, florecitas y cositas iguales en un diseño tan feo)

¿Ven a esos niños con gorras? ¿A la niña con listones? ¡Todo del montón!

Así que cuando sus esperanzas estén desahuciadas y sus bolsillso vacíos, no olviden que hay ropa del montón desde $5.00 y pantalones de mezclilla de $40.00

D.

P. D. Por si se lo preguntan... No, no compré nada, sólo unas calcetas que olían a nuevo y que compré más adelante. Ja, no es que yo sea desconfiada pero...


Mi comentario decía así:


Cuando estudiaba la licenciatura un día, un amigo al que siempre le admiré su buen gusto al vestir me dijo que estaba feliz porque ya tenía trabajo. Me dijo que esa era bueno porque ya estaba harto de comprar ropa “de segunda”. Me lo dijo avergonzado, como si confesara una mentira sostenida por largo tiempo. Entendí en ese momento porque nunca él nunca tenía dinero pero siempre tenía ropa mejor que la mía. Por un momento llegué a pensar que era de las personas que no tienen un peso, pero se gastan fortunas y se endeudan para mantener las apariencias cubriéndose con ropa que los haga olvidar su miseria. Entonces lo admiré más.

*****

Sobre Eje 10 casi en su cruce con Universidad donde hay un Walmart, se pone un tianguis sobre la acera dos días por semana. A veces me detengo a ver la ropa de segunda, sobre todo cuando Diana camina conmigo. Entonces, generalmente, le señalo un saco de pana o un abrigo, que no pasa de 70 pesos cada uno. Al principio me sorprendía la cara que ponía, como si quisiera comprarme una pistola en Tepito o una paleta chupada. Ahora solo me divierte su expresión, por eso lo sigo haciendo.

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Cuando era niño llegué a usar ropa de segunda mano. No me importaba, a nadie en el vecindario le importaba porque todos lo hacíamos y nadie sentía vergüenza ¿en qué momento eso de usar topa nueva comenzó a significar algo para nosotros? No lo sé. Diana me ha hecho entender que más allá del qué dirán, a ella lo que le importa es que la ropa esa la pudo haber usado sabe qué tipo de personas con sabe qué tipo de enfermedades. Ya: golpe a mi hipocondría, solucionado. Pero eso no explica la vanidad que hay detrás de la necesidad de comprar ropa nueva, y si es de marca mejor.

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Lo sé “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Esté invierno me descubrí pensando varias veces en un abrigo que había visto en un aparador de una tienda a la que hace años ni siquiera hubiera entrado porque atentaba contra mis principios. No lo compré por otros motivos, no por falta de ganas. En hecho es que, en determinado momento, no importa ya la ropa, los colores y las formas; importa cuánto cuesta y lo que la gente piensa de uno. Recuerdo un pasaje de “El principito”, en donde el narrador dice que no entendía porque cuando le contaba a un adulto que había conocido a un amigo nuevo, éste vez de preguntar cómo era ese amigo, cómo era su voz y qué le gustaba, el adulto siempre preguntaba cómo cuánto costaba su casa, etc.

En fin, esta entrada de la ropa usada parece que me llegó. jejeje. Saludos.

jueves, 10 de enero de 2008

Crucemos los dedos...

Cuando acabe este verso que canto
yo no sé, yo no sé, madre mía
si me espera la paz o el espanto;
si el ahora o si el todavía...





Advertencia: El título de esta entrada nada tiene qué ver con las alzas en los precios de la tortilla o del jitomate, o lo que no espera con el TLCAN ahora que entra en vigor en capítulo agropecuario. Para eso ni cruzar los dedos ni encomendarse a todos los santos sirve "pa' maldita la cosa" (elprofe Gurrola dixit).


Desde que inició en año he estado pensando en escribir una entrada para este blog que tengo casi en el olvido. Primero pensé en escribir que, como los útlimos años, no tengo una lista de propósitos, ya saben, las cosas como vienen. Pero en una de esas charlas con Diana en las que hablamos de nuestros pesimismos, me di cuenta, ella hizo darme cuenta, de que este año, como lo han sido los anteriores 3 ó 4, tenemos muchos propósitos.



Es sólo que esa idea de "propósito" siempre me remite ala ingenuidad con la que, allá en mi pubertad decía cosas como "este año dejaré de beber", o "este año me meto a un club de fisiculturismo". Los años pasan, no he dejado de beber y a esta edad el sólo pensar en levantar una pesa de 80 kilos, hace que me duela la cadera.



Lo cierto es que tengo planes. La palabra plan me gusta más que propósito, suena más a voluntad y me gusta pensar que hay algo de voluntad en mi deambular por el mundo y a veces por la literatura. Pero no quiero hablar de mis planes porque sólo pensar en ellos me agobia un poco. Además, no hablo de mis planes porque soy partidario de la más vieja tradición de la superstición "No cuentes tus planes porque pueden no llevarse a cabo". Así que, finalmente, esa es la razón de no hablar de mis propósitos: es emocionante en pensar que hay algo de voluntad en lo que uno hace, pero también hay mucho de verdad en aceptar que la fortuna es incierta y el azar a veces impone sus benditas leyes. El hombre ejerce la superstición de una u otra manera.


En fin, espero ver a mi familia y amigos este año. Ya les estaré contando cómo van mis planes. Si tengo suerte, les regalaré una postal de mis propósitos o un ejemplar con una dedicatoria plasmada en uno de ellos. Quizá compartamos una cerveza, unas palomitas o una torta, justo en un punto que constituye un plan. A todos los que leen estas palabras y a los que no las leen pero que saben que son parte de mi vida, les deseo suerte con este año.